Hablar de lo que ha sido su vertiginosa vida es evocar múltiples batallas que ha sabido librar. Con trece hijos a sus hombros emprendió camino por toda la zona costera hasta llegar a Magangué, el pueblo que le ha dado tanto, pero que también le ha quitado. A punta de bollo lleva 80 años y hoy, a la espera de su muerte no suelta su molino y las majaguas de plátano.